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domingo, 8 de noviembre de 2009

El Antídoto de Dios Para Los Temores

Decir a la gente que no preocupe o que no tenga miedo, es como decir a un cerdo que no gruña.

El temor es una emoción fundamental; un instinto dado por Dios, que nos sirve como un sistema básico de alarma. Tanto en el ser humano, como en los animales es un instinto sensitivo que a la primera señal de peligro nos llama la atención y nos alerta para huir y ponernos en guardia.

El temor, es como el fuego, es como un siervo valeroso, pero si llega a ser nuestro maestro, puede ser tiránico. Es una bendición cuando le ponemos riendas, pero aterrador cuando se pierde el control.

El temor es una fuerza muy poderosa y creadora. Se invierten grandes sumas de dinero en investigaciones por cause del temor del hombre al cáncer y a otras enfermedades. Algunas veces el anhelo de educarse se deriva del miedo a la ignorancia. Muchos aparatos salva-vidas han sido hechos a causa del temor del ser humano a perder la vida. Queremos evitar y escapar a los desastres.

El temor es un don de Dios; pero cuando va más allá de los límites que Dios le ha puesto, se manifiesta en histeria, fobias o ansiedades obsesivas. Puede destruir la personalidad y desintegrar la mente.
A diferencia de los animales, el hombre tiene un atributo adicional con el que tiene que contender mientras está enfrentando el miedo, y ese don es la imaginación.

Los animales temen la crueldad, pero sus sufrimientos son inmediatos y reales. Un pato puede asustarse por el estallido de un rifle rápidamente, se alejará del peligro y volverá a descansar plácidamente. En cuanto a nuestro comportamiento acerca de ellos, no empiezan a temblar de miedo cuando comienza la época de caza. Los patos no se acuestan a pensar, despiertos en la noche, imaginando lo que tienen que enfrentar al día siguiente. Desgraciadamente, la imaginación humana a menudo es como el pastorcito mentiroso que exclamó: “Lobos”, por un peligro que nunca llegó.

Hombres y mujeres sufren ansiedades que causan estregaos en los nervios y en los sistemas glandulares de sus cuerpos. El miedo imaginario se convierte frecuentemente en una falsa alarma. Esta morbosa preocupación provoca un aumento de la poderosa adrenalina, estimulante natural auxiliar para las emergencias de la vida. Este aumento se convierte en un veneno destructivo.

¿Has aprendido a ponerle riendas a tus temores? O ¿te preocupas constantemente por tus problemas? ¿Sientes miedo cuando lees sobre las tremendas crisis que enfrenta la humanidad?
Es bueno interesarse y orar por los problemas, pero la preocupación constante sobre tales cosas, no beneficiará a nadie. Si no hay ninguna acción positiva para remediar la situación y ningún servicio útil con el que puedas contribuir, no te detengas en ello. Someta la situación al Señor. Confía en El para todas las cosas.

Si así no lo haces, sólo conseguirás enfermarte. Tus incontenibles temores te esclavizarán, arruinarás tu salud y en lugar de ayudar a otros, vendrás a ser un problema más.

El temor y la fe son incompatibles, son opuestos. Cuando nos preocupamos, no confiamos; y cuando confiamos, no nos preocupamos. El temor se opone a la fe.

“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor. Porque el temor lleva en sí castigo” (1 Juan 4:18).

El Salmista aprendió esta lección. Escuchemos su testimonio:
Porque has puesto al Señor, que es mi esperanza
Al Altísimo por tu habitación,
No te sobrevendrá mal,
Ni plaga tocará tu morada.
Pues a sus ángeles mandará acerca de ti,
Que te guarden en todos tus caminos.
En las manos te llevarán,
Para que tu pie no tropiece en piedra.
Sobre el león y el áspid pisarás;
Hollarás al cachorro del león y al dragón.
Por cuanto en mí ha puesto su amor,
yo también lo libraré.
Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.
Me invocará y yo le responderé;Con él estaré yo en la angustia,
Lo libraré y le glorificaréLo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación.(Salmo 91:9-16).

El profeta se sumó a esto cuando dijo:“Tu guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en el Señor está la fortaleza de los siglos” (Isaías 26:3,4).

Deja que la fe equilibre tus temores. Con la ayuda del Espíritu Santo puedes dominar el temor y hacer tu ciervo. Haz que el temor te conduzca a Dios en oración, alabanza y segura confianza.

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